viernes, 12 de marzo de 2010

Ya no eres más que sombras.

Quizás merezca la pena concienciarse una vez más de que sin ti me encuentro hundida en un oscuro pozo sin fondo, en una fosa que excavé hace tiempo y en la que prometí permanecer hasta tu regreso. Y aquí estoy, me ha llovido, nevado… Me han pasado las 4 estaciones seis veces, y el sol me ha calentado la nuca con sus 40º grados de agradable temperatura veraniega. Aún con esas aquí sigo, de barro hasta el cuello, sin una posible salida a principios de año, y seguramente tampoco a finales.


Ahora toca suspirar… Y ni dudes que suspiraré. Suspiraré por todas aquellas cosas que nunca hicimos, las historias que no te conté, los secretos que no guardamos, las promesas rápidas y la tardanza de cumplirlas, o incluso la eterna tardanza de no cumplirlas nunca.
He aprendido de ti cosas infinitas, intangibles, imposibles de explicar, eternas. Y como bien decías, es demasiado fácil hablar de lo que no va a ocurrir, refiriéndote precipitadamente a este sinsentido que vive conmigo entre estas cuatro paredes. Es fácil darle nombres a los hijos que perfectamente sabías que no ibas a tener conmigo, así como planear unas expectativas de futuro que se sumergirían un extraño día de mayo y que ya nunca volverían a tomar aire en la superficie.

Estoy totalmente desorientada, y es curioso, pero solo parezco encontrarme cuando te recuerdo. Tan solo tendrías que ver lo que queda de mí, es algo trágico.
Yo era de esas personas que no hablan de sueños, objetivos ni esperanzas, de esas personas a las que no les gusta planear el devenir junto a ningún ser humano por el simple hecho de no querer confiárselo a nadie cuando ni siquiera sabes si estará. Te confié mi futuro, mis más ocultas esperanzas y mis desilusionados sueños, y saliste huyendo.

Ahora sé que nunca me equivoqué al pensar así, estaba empeñada en un acierto.

Pero ahora es lo que menos importa, porque ya no eres más que sombras. O al menos eso intento pensar. Y sí, quizás te estoy mintiendo. Resulta que no he podido aceptar que aún te eche de menos.

Y lo que más deseo en estos momentos es que este menos vaya a una más.

Carta a todas tus catástrofes.





Saludos desde el lugar donde reinan tus catástrofes y han huido tus fantasmas, allí donde el café se derrama solo y no calienta ninguna tarde. Mi más cálido abrazo desde un solitario rincón donde los versos no pasan del papel y las letras se aburren entre líneas pidiendo a gritos que les prestes la mínima atención. Sí, justo desde aquel lugar que ocupaste alguna vez, nuestra casa.