lunes, 26 de marzo de 2012

Musa.

Quería estar apasionada por algo, y me olvidé que lo estaba. Lo estoy por la música, por aquello que significa y que no significará para mí, y por lo poco que la valoro.
Me basta una canción de Jeff Buckley, Radiohead o Maga, o cualquiera de esas personas que son capaces de decirme tanto entre acorde y acorde, o entre pausa y pausa, para levantarme cada mañana y que escuchar música sea lo primero que haga, antes de respirar, antes de pensar en nada.

Pocas costumbres me quedan, pero he aquí mi favorita: Mente en blanco, música, pienso en las vidas que no tengo ni tendré, en cada posibilidad imposible, en tiempo y miradas de las que se pierden, las oportunidades rechazadas, los recuerdos que no quieren desaparecer y los que yo hago aparecer, en ti, en mí, en él, en ella, en vosotros, en lo mucho que odio esta casa y lo tanto que quiero morir en ella. También en los viajes que no se me permiten y en aquellos que hago con la mente, en la agonía de mi hoy y la rutina de mañana, en el saber y en lo que no soy, en recordar que estoy perdida y no saber dónde encontrarme, en la compañía solitaria o en la soledad acompañada. Quizás lo último debería omitirlo, qué se yo.

Y así pasan los días, entre pausa y pausa, entre acorde y acorde. Con o sin consentimiento, sigo adentrándome en los mundos prohibidos de la belleza, y es por ello que cada día amanece por una razón. Que llueva mañana, que suene siempre.


We never change, do we? 

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